PESADILLA
Despierta sobresaltado, con el corazón golpeando su pecho. No encuentra, en la casi total oscuridad, una referencia que le tranquilice o le permita bajar la guardia. Nota que está sentado en la cama, respirando agitadamente, y no en el mar, como se temía, ni rodeado de escualos de gélida mirada, como sentía en su sueño.
Recuerda al guía de mirada pícara que le avisó en la barca,
antes de sumergirse: “No baje si padece de pesadillas, o se va usted a meter
en una eterna”.
Lamenta no haberle hecho caso. Enciende la luz y observa que
su cama está en una gigantesca pecera sin salida, rodeada de agua por todas
partes, en la que nadan despacio escualos de gélida mirada.
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